viernes, 3 de junio de 2011

EJEMPLO DE ACTIVIDAD DE PENSAR

ESTE ES UN TEXTO TRABAJADO EN CLASES Y QUE LES PUEDE SERVIR PARA LOS CONTENIDOS DE PENSAMIENTO...


“Esa mañana desperté cuando aún estaba oscuro. Desvelada por completo, recordé con todo detalle, paso a paso, lo que había ocurrido la noche anterior en la que bailamos toda la noche juntos, me contó tantas cosas personales y fue tan atento conmigo como nunca nadie lo había sido. Lo recordaba y me volvía a emocionar. Era extraño sentir que el corazón me latía aún cuando era sólo un recuerdo. Empecé a imaginar lo que pasaría hoy día. Imaginé que me vendría a ver en la tarde, porque trabajaba los fines de semana en las mañanas. Yo lo esperaría con mis pantalones azules y ordenaría todo muy bien y pondría flores para que le gustara mi casa. Y me imaginé que cuando le abriera la puerta nos miraríamos con la misma mirada con la que nos despedimos. Cuando me estaba imaginando eso nuevamente me emocioné, como si estuviera pasando ahora. Pero mi loca imaginación, no se por qué, de repente empezó a hacer que pasaran cosas que yo no quería imaginar: él me empezó a decir que lo nuestro era imposible, que me amaba pero que tenía una enfermedad terrible y se moriría luego. Yo me reía porque lo encontraba ridículo, y él se enojaba y todo se ponía tan raro. Recuerdo que lo veía con la cara blanca y unos labios rojos que se movían gritando cosas. Entonces me di cuenta que estaba medio dormida y me levanté porque parecía una pesadilla.


Fui a mojarme la cara, y sin darme ni cuenta, mientras pensaba en el sueño que tuve, ordené un poco las ropas que en la noche habían quedado desparramadas por el suelo porque estaba cansada cuando llegué. Cuando me vi ordenando mi ropa a las cinco de la mañana, me reí de mí misma y me volví a acostar a ver si podía dormir un poco más. Pero estaba demasiado despierta. Se me ocurrió pensar en todas las alternatives que podrían suceder este día y se me ocurrieron las más diversas: desde que yo lo llamaría y le diría que me había gustado mucho y me había despertado pensando en él, hasta que él me venía a decir que pololeáramos, también que él me llamaría y me diría que todo fue muy lindo, pero que estaba pololeando con otra. También se me ocurrieron unas posibilidades más rayadas, como que me venía a buscar y me invitaba a viajar por el mundo. Después me puse un poco más seria y me di cuenta que si estaba pensando en él era porque me gustaba mucho. Decidí que tenía que pensar y elegir cuáles eran las alternativas más posibles que ocurrieran en la realidad y qué haría yo en cada caso. Al final me cansé y me dije a mí misma: para de pensar tanto y deja ahora que las cosas ocurran”.


INTELIGENCIA.

INTELIGENCIAS MÚLTIPLES


Podemos decir que en términos generales, los psicólogos han definido la Inteligencia como la capacidad para comprender el mundo, pensar en forma racional y emplear los recursos de manera efectiva cuando se enfrentan desafíos. Sin embargo, con la Teoría de las Inteligencias Múltiples del psicólogo Howard Gardner, se amplía el concepto tradicional de Inteligencia. Partiendo de la idea de que la Inteligencia es la habilidad necesaria para resolver problemas o para elaborar productos que son de importancia en un contexto cultural o en una comunidad determinada, la forma de resolver los problemas o de diseñar o construir herramientas son distintos según la persona. Esta teoría plantea que no tenemos una sola capacidad mental, sino varias, concretamente ocho. Por tanto, cuando queremos medir la inteligencia de un sujeto, lo debemos hacer basándonos en todas ellas, no sólo en unas cuantas.


Siguiendo el aspecto modular del cerebro, el cual muestra diversidad de habilidades y dominios creativos de las personas, Gardner postula la existencia de las siguientes inteligencias:


Inteligencia Musical: es la capacidad de percibir, discriminar, transformar y expresar las formas musicales, incluye sensibilidad al ritmo, al tono y al timbre, también es la capacidad de crear y entender significados a partir de sonidos.


Inteligencia Cinético- Corporal: es la capacidad para utilizar el cuerpo o parte de él con mucha habilidad en la expresión de ideas y sentimientos, y la facilidad en el uso de las manos para transformar elementos, incluye habilidades de coordinación, destreza, equilibrio, flexibilidad, fuerza, velocidad, etc.


Inteligencia Lingüística: es la capacidad de usar las palabras de manera efectiva, en forma oral o escrita, incluye la habilidad en el uso de la sintaxis, la fonética, la semántica y usos pragmáticos del lenguaje.


Inteligencia Lógico-Matemático: es la capacidad para usar los números de manera efectiva y de razonar adecuadamente, incluye la sensibilidad a los esquemas y relaciones lógicas, a las afirmaciones y proposiciones, las funciones y otras abstracciones relacionadas.


Inteligencia Espacial: es la capacidad de pensar en tres dimensiones, permite percibir imágenes internas y externas, transformarlas, recrearlas o modificarlas en la mente, recorrer el espacio o hacer que los objetos lo recorran, producir o decodificar información gráfica.


Inteligencia Interpersonal: es la capacidad de entender a los demás y de interactuar eficazmente con ellos, incluye la sensibilidad de expresiones faciales, la voz, los gestos y posturas, y la capacidad para responder.


Inteligencia Intrapersonal: es la capacidad de construir una percepción precisa respecto de sí mismo y de organizar y dirigir su propia vida, incluye la autodisciplina, la autocomprensión y la autoestima.


Inteligencia Naturalista: es la capacidad de distinguir, clasificar y utilizar elementos del medio ambiente, objetos, animales o plantas, tanto del medio urbano como rural, incluye las habilidades de observación, de experimentación, de reflexión y cuestionamiento de nuestro entorno.


INTELIGENCIA EMOCIONAL


Otro Concepto de Inteligencia que ha surgido actualmente es la Inteligencia Emocional de Daniel Goleman, que es la capacidad de una persona para comprender sus propias emociones y la de los demás, y expresarlas de forma que resulten beneficiosas para sí mismo y la cultura a la que pertenece. Se señala que esta nueva concepción de la Inteligencia sería una extensión de las inteligencias interpersonal e intrapersonal que postula Gardner. Ella se caracteriza por las siguientes habilidades:


Conciencia en uno mismo: es la capacidad de reconocer y entender en uno mismo las propias fortalezas, debilidades, estados de ánimo, emociones e impulsos, así como el efecto que éstos tienen sobre los demás y sobre el trabajo. Se manifiesta en personas con habilidades para juzgarse a sí mismas de forma realista, que son conscientes de sus propias limitaciones y admiten sus errores.


Autorregulación o control de sí mismo: es la habilidad de controlar nuestras propias emociones e impulsos para adecuarlos a un objetivo, de responsabilizarse de los propios actos, de pensar antes de actuar y de evitar los juicios prematuros.


Automotivación: es la habilidad de estar en un estado de continua búsqueda y persistencia en la consecución de los objetivos, haciendo frente a los problemas y encontrando soluciones. Esta competencia se manifiesta en las personas que muestran un gran entusiasmo por su trabajo y por el logro de las metas por encima del simple reconocimiento.


Empatía: es la habilidad para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás, poniéndose en su lugar, y responder correctamente a sus reacciones emocionales.


Habilidades sociales: es el talento en el manejo de las relaciones con los demás, en saber persuadir e influenciar a los demás. Quienes poseen habilidades sociales son excelentes negociadores, tienen una gran capacidad para liderar grupos y para dirigir cambios, y son capaces de trabajar colaborando en un equipo y creando sinergias grupales.

MEMORIA

Fuente: Diario EL Universal (México)

Fecha: 11 de Agosto de 2007

Autor: Cinthya Sánchez


Recuerdos que atormentan la memoria.


Cada nuevo temblor en la ciudad de México, le despierta al “monstruo” que reposa en su mente desde hace más de 20 años. Pasado el tiempo del movimiento, simplemente no puede sacarse del pensamiento las imágenes que vivió el 19 de septiembre de 1985. La noche en que sucede un nuevo sismo y todas las noches siguientes la escena se repite y se repite en su mente “como si la viviera de nuevo: “Son las 7 de la mañana con 19 minutos, ella está de pie en su sala. La tierra se mueve y el rechinido de las paredes es sutil comparado con lo que miran sus ojos cuando por la ventana ve como se desmorona su paisaje de todos los días: el edificio de enfrente”.


Aunque ahora viva fuera de Tlatelolco y han pasado años de aquel terremoto. Marcela trae en el pensamiento un recuerdo que le dura las 24 horas del día y que su mente decidió cobrarle años después. Hoy el miedo eriza cada proporción de su piel. Sus pensamientos se resumen a muerte, devastación y peligro. Por las noches no puede dormir, durante el día se siente angustiada al grado de salirse a la calle por el temor de un nuevo sismo.


Con los ojos cerrados o abiertos recuerda la escena de aquel acontecimiento. Poco a poco “el monstruo” ha ganado terreno, primero le interrumpió el sueño, después la hizo perder el trabajo, fue entonces cuando se dio cuenta que su “monstruo”, como ella le llama al miedo, le había ganado. Acudió a terapia psicológica. El diagnóstico: Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) de inicio retardado.


Por lo tanto, Marcela forma parte del 60% de personas que experimentan un suceso traumático durante su vida y del 20% que desarrollan TEPT, que es una alteración psicológica que refleja el desarrollo de síntomas característicos después de la exposición a eventos estresantes o de gran magnitud. Los síntomas del TEPT son ideas, sentimientos e imágenes angustiosas que recapitulan el suceso traumático.

Adaptación de Etapas en el camino de la vida, de Sören Kierkegaard.


Generalmente se tratan los términos recordar y acordarse como sinónimos. Sin embargo, ellos no son de ninguna manera lo mismo. Por eso es posible decir que una persona puede acordarse de cierto acontecimiento muy bien, sin necesidad de recordarlo.


Cuando hablamos de acordarse de algo nos referimos a poner en práctica la memoria, es decir, traer al presente un acontecimiento sucedido en el pasado. Pero ese acordarse representa un papel despreciable, pues es sólo el recuerdo quien puede darle valor al acontecimiento del pasado. Pero, ¿en qué radica la distinción entre el acordarse (mera actualización de un hecho a través de la memoria) y el recordar?


Esa distinción se puede observar en las personas y sus diversas etapas en el camino de la vida. Por ejemplo, entre el viejo y el niño. El viejo pierde la memoria antes que otras facultades mentales. Sin embargo, el recuerdo constituye su mayor fuerza, su consuelo, que lo sumerge en un amplio espacio de inspiración y de sentimientos. El niño, en cambio, posee un alto grado de memoria y suele acordarse se los sucesos de su corta vida, pues tiene todas sus facultades libres y despiertas, pero carece por completo del recuerdo


No es de extrañar que aún conociendo que existen estas diferencias, se siga confundiendo el recuerdo con el mero acto de acordarse de algo. Sin embargo, es necesario diferenciarlos, porque su diferencia nos sirve para indagar en el nivel de profundidad individual de las personas. ¿Por qué? Porque el recuerdo, y por tanto, quien recuerda, está bastante más cargado de sentido y de responsabilidad que el mero acordarse, implica que el acontecimiento del pasado está vívidamente en el presente, una participación activa del sujeto.


La memoria y su acto de acordarse son inmediatos y recibe una ayuda inmediata, mientras que el recuerdo sólo es reflexivo. Recordar no es en modo alguno un acto simple de realizar, porque ese recuerdo siempre corre el riesgo de ser modificado, interpretado, etc., mientras que la memoria siempre sigue un proceso mecánico y sólo tiene dos alternativas de ser: acordarse exactamente o acordarse inexactamente.


Miss Amnesia (extracto). Mario Benedetti, 1968


La muchacha abrió los ojos y se sintió apabullada por su propio desconcierto. No recordaba nada. Ni su nombre, ni su edad, ni sus señas. Vio que su falda era marrón y que la blusa era crema. Su reloj pulsera marcaba las cuatro y cuarto. Estaba sentada en el banco de una plaza con árboles, una plaza que en el centro tenía una fuente vieja, con angelitos, y algo así como tres platos paralelos. Le pareció horrible. Desde su banco veía comercios, grandes letreros. Pudo leer: Nogaró, Cine Club, Porley Muebles, Partido Nacional. Junto a su pie izquierdo vio un trozo de espejo, en forma de triángulo. Lo recogió. Fue consciente de una enfermiza curiosidad cuando se enfrentó a aquel rostro que era el suyo. Fue como si lo viera por primera vez. No le trajo ningún recuerdo. Trató de calcular su edad. Tendré dieciséis o diecisiete años, pensó. Curiosamente, recordaba los nombres de las cosas, pero no podía situarse a sí misma en un lugar y en un tiempo. Volvió a pensar, esta vez en voz alta: “Sí debo tener dieciséis o diecisiete”, sólo para confirmar que era una frase en español. Se preguntó si además hablaría otro idioma. Nada. No recordaba nada. Sin embargo, experimentaba una sensación de alivio, de serenidad, casi de inocencia. Estaba asombrada, claro, pero el asombro no le producía desagrado. Tenía la confusa impresión de que esto era mejor que cualquier otra cosa, como si a sus espaldas quedara algo abyecto1, algo horrible. Un mundo de gente pasaba junto al banco, sin prestarle atención. Entonces alguien se separó de la corriente. Era un hombre cincuentón, bien vestido, peinado impecablemente, con portafolio negro. Ella intuyó que le iba a hablar. ¿Me habrá reconocido? pensó. Y tuvo miedo de que aquel individuo la introdujera nuevamente en su pasado. Se sentía tan feliz en su confortable olvido. Pero el hombre simplemente vino y preguntó: “¿Le sucede algo, señorita?” Ella lo contempló largamente. La cara del tipo le inspiró confianza. En realidad, todo le inspiraba confianza. “Hace un rato abrí los ojos en esta plaza y no recuerdo nada, nada de lo de antes.” Tuvo la impresión de que no eran necesarias más palabras. Él le tendió la mano. Dijo: “Mi nombre es Roldán, Félix Roldán”. “Yo no sé mi nombre”, dijo ella, pero estrechó la mano. “No importa. Usted no puede quedarse aquí. Venga conmigo. ¿Quiere?” El hombre llamado Roldán la tomó suavemente del codo, y le propuso un rumbo. “Es cerca”, dijo. ¿Qué sería lo cerca? No importaba. La muchacha se sentía como una turista, enlazó su brazo débil con aquel brazo fuerte. El traje era suave, de una tela peinada, seguramente costosa. Miró hacia arriba y le sonrió. Él también sonrió. No preguntó por el nombre de la ciudad. Fue él quien le instruyó: “Montevideo”. La palabra cayó en un hondo vacío. Ahora iban por una calle angosta, con baldosas levantadas y obras en construcción. Decidió que le gustaba la ciudad. “Aquí estamos”, dijo el hombre llamado Roldán junto a una puerta de doble hoja. Ella pasó primero. En el ascensor, el hombre marcó el piso quinto. No dijo una palabra, pero la miró con ojos inquietos. Ella retribuyó con una mirada rebosante de confianza. En el apartamento no había nadie. Al abrirse la puerta, llegó de adentro una bocanada de olor a encierro, a confinamiento. El hombre llamado Roldán abrió una ventana y la invitó a sentarse en uno de los sillones. Luego trajo copas, hielo, whisky. Ella recordó las palabras hielo y copa. El primer trago de alcohol la bizo toser, pero le cayó bien. La mirada de la muchacha recorrió los muebles, las paredes, los cuadros. Miró otra vez al hombre y se sintió cómoda, segura. “Ojalá nunca recuerde nada hacia atrás, pensó”. Entonces el hombre soltó una carcajada que la sobresaltó, “Ahora decime, mosquita muerta. Ahora que estamos solos y tranquilos, eh, vas a decirme quién sos.” Ella volvió a toser y abrió desmesuradamente los ojos. “Ya le dije, no me acuerdo.” Le pareció que el hombre estaba cambiando vertiginosamente, como si cada vez estuviera menos elegante y más ramplón2. “¿Miss Amnesia? ¿Verdad?” Y eso ¿qué significaba? Ella no entendía nada, pero sintió que empezaba a tener miedo, casi tanto miedo de este absurdo presente como del hermético pasado. “Che, miss Amnesia”, estalló el hombre en otra risotada, “¿sabes que sos bastante original? Te juro que es la primera vez que me pasa algo así. La mano del hombre llamado Roldán se aproximó. Inmovilizada por el terror, ella advirtió que no podía hacer nada. La mano llegó al escote y trató de introducirse. Pero había cuatro botones que dificultaban la operación. Entonces la mano tiró hacia abajo y saltaron tres de los botones. Uno de ellos rodó largamente. Mientras duró el ruidito, ambos quedaron inmóviles. La muchacha aprovechó esa breve espera involuntaria para incorporarse de un salto, con el vaso todavía en la mano. El hombre llamado Roldán se le fue encima. Ella sintió que el tipo la empujaba hacia un amplio sofá. Sólo decía: “Mosquita muerta, mosquita muerta”. Se dio cuenta de que el horrible aliento del tipo se detenía primero en su pescuezo, luego en su oreja, después en sus labios. Advirtió que aquellas manos poderosas, repugnantes, trataban de aflojarle la ropa. Sintió que se asfixiaba, que ya no daba más. Entonces notó que sus dedos apretaban aún el vaso que había tenido whisky. Hizo otro esfuerzo sobrehumano, se incorporó a medias, y pegó con el vaso en el rostro de Roldán. Éste se fue hacia atrás, se balanceó un poco y finalmente resbaló junto al sofá. La muchacha asumió íntegramente su pánico, corrió hacia la puerta, la abrió, salió al pasillo y bajó espantada los cinco pisos. En la calle pudo acomodarse el escote. Empezó a caminar ligero, casi corriendo. Con espanto, con angustia, también con tristeza y siempre pensando: “Tengo que olvidarme de esto, tengo que olvidarme de esto”. Reconoció la plaza y reconoció el banco en que había estado sentada. Ahora estaba vacío. Así que se sentó. Echó la cabeza. hacia atrás y tuvo la sensación de que se desmayaba. Cuando la muchacha abrió los ojos, se sintió apabullada por su desconcierto. No recordaba nada. Ni su nombre, ni su edad, ni sus señas. Vio que su falda era marrón y que su blusa, en cuyo escote faltaban tres botones, era de color crema. Su reloj marcaba las siete y veinticinco. Estaba sentada en el banco de una plaza con árboles, una plaza que en el centró tenía una fuente vieja, con angelitos y algo así como tres platos paralelos. Le pareció horrible. Desde el banco veía comercios, grandes letreros. Pudo leer: Nogaró, Cine Club, Porley Muebles, Partido Nacional. Nada. No recordaba nada. Sin embargo, experimentaba una sensación de alivio, de serenidad, casi de inocencia. Tenía la confusa impresión de que esto era mejor que cualquier otra cosa, como si a sus espaldas quedara algo abyecto, algo terrible. La gente pasaba junto al banco. Entonces alguien se separó de aquel desfile interminable. Era un hombre cincuentón, bien vestido, con portafolio negro. “¿Será alguien que me conoce?” pensó ella, y tuvo miedo de que aquel individuo la introdujera nuevamente en su pasado. Se sentía tan feliz en su confortable olvido. Pero el hombre se acercó y preguntó simplemente: “¿Le sucede algo, señorita?” Ella lo contempló largamente. La cara del tipo le inspiró confianza. En realidad, todo le inspiraba confianza. Vio que el hombre le tendía la manó y oyó que decía: “Mi nombre es Roldán. Félix Roldán”. Después de todo, el nombre era lo de menos. Así que se incorporó y espontáneamente enlazó su brazo débil con aquel brazo fuerte.














1 Despreciable, vil en extremo.

2 Vulgar, chabacano.