miércoles, 27 de febrero de 2013

AMBIGÜEDAD Y VAGUEDAD COMO CARACTERÍSTICAS DEL LENGUAJE


Ambigüedad y vaguedad como características del lenguaje

A. AMBIGÜEDAD Y VAGUEDAD

La ambigüedad y la vaguedad se parecen en que ambas son muestras de lenguaje impreciso. Sin embargo, hay una diferencia entre ellas. Palabra o expresión ambigua es la que tiene más de un significado. Palabra o expresión vaga es aquella cuyo significado no es claro. El lenguaje ambiguo nos enfrenta a varios significados, entre los que no es fácil determinar el correcto. La vaguedad nos enfrenta con la tarea de ir en búsqueda del significado. La frase “¡Ese libro es tremendo!”, sería ambigua. “¡Qué libro!… ”, sería vaga.

La ambigüedad se debe a veces a la falta de un contexto conocido. Pero una vez establecido éste, el significado se hace claro (“Le entregó la carta” es una expresión ambigua hasta que sabemos que es el cartero el que realiza la acción y no el mozo del restaurant). Distinto es el caso de las palabras vagas, algunas de las cuales son siempre vagas, independientemente del contexto en el cual se encuentran, porque su significado no es solamente indeterminado (la definición de la palabra “rico”, por ejemplo, no establece cuánto dinero o bienes debe tener una persona para ser calificada correctamente como una persona rica) sino indefinidos.

En muchos casos la vaguedad no se debe a la falta de claridad de la palabra o expresión, sino al uso que ha tenido en diferentes épocas (“fino”, “elegante”, “grande”). Otras palabras son vagas porque han ido adquiriendo muchos significados, por lo que han perdido la precisión que una vez tuvieron (“arte”, “democracia”, “progreso”, “cultura”). Finalmente existen algunas palabras que son a la vez ambiguas y vagas, como por ejemplo “artista”.

B. VAGUEDAD

(La) falta de precisión en el significado (designación) de una palabra se llama vaguedad: una palabra es vaga en la medida en que hay casos (reales o imaginarios, poco importa) en los que su aplicabilidad es dudosa; o, por decirlo en términos lógico-matemáticos, no es decidible sobre la base de los datos preexistentes, y sólo puede resolverse a partir de una decisión lingüística adicional. Si nos proponemos hacer una lista de palabras vagas, probablemente tardaremos mucho: como la piedra de toque de la vaguedad consiste en imaginar algún caso dudoso y la imaginación es inagotable, veremos que prácticamente todas las palabras son vagas en alguna medida. Tomemos como ejemplo una palabra bien conocida, como “libro”, que se refiere (más o menos, y aquí está la dificultad) a un conjunto de muchas hojas impresas, encuadernadas juntas y con cubierta. Y empecemos a imaginar problemas:
a) ¿Muchas hojas? ¿Cuántas? Un conjunto de dos hojas no sería llamado libro, pero, claro está, dos hojas no son muchas. ¿Cinco hojas, entonces? ¿Diez? Doscientas hojas pueden hacer un libro. ¿Y ciento cincuenta, ochenta, sesenta? Un conjunto de cincuenta hojas ¿es un libro o un folleto? Si es un folleto, ¿qué tal si suponemos cincuenta y cinco? Aquí llegaremos inexorablemente a algún número que nos parezca dudoso.
b) ¿Impresas? En la Edad Media había libros escritos a mano. Claro que ésta también es una forma de imprimir, en sentido amplio. ¿Y si es perforado en sistema Braille para ciegos? ¿O sino todas las hojas están escritas, sino sólo la mitad? Además, ¿no existen también libros en blanco, donde las hojas están dispuestas para ser llenadas por su dueño con un diario personal, por ejemplo?
c) ¿Encuadernadas? Esto no quiere decir necesariamente cosidas: hay libros en los que las hojas van unidas con ganchos. Un conjunto de trescientas hojas con una perforación en la esquina y unidas por un simple alambre ¿sería un libro? ¿Y si las hojas estuviesen sueltas, pero debidamente numeradas y contenidas en un estuche de cuero con el nombre de la obra en la cubierta?
d) El requisito de llevar cubierta da lugar para reflexiones semejantes, que dejaremos al lector imaginar por su cuenta.

El significado de las palabras, pues, suele presentarse –según una clásica comparación– con una luz proyectada sobre una superficie. Habrá una parte claramente iluminada en el centro, y en torno seguirá reinando la oscuridad. Pero entre claridad y oscuridad habrá un cono de penumbra, en cuyo ámbito el objeto iluminado será visible, aunque no con la misma facilidad. Del mismo modo, y para cada palabra, existe un conjunto central de casos en los que el nombre resulta aplicable: encajan sin dificultad en los criterios usuales, y estamos habituados a aplicar el vocablo a tales situaciones.

Habrá un número infinito de casos (el entorno) a los que no aplicaríamos la palabra en modo alguno. Pero existe también un cono de vaguedad, donde nuestros criterios resultan insuficientes y los casos no pueden resolverse sin criterios adicionales más precisos.

C. AMBIGÜEDAD

Si la designación de las palabras suele resultar insuficiente en gran número de casos, la situación se complica cuando una palabra tiene dos o más designaciones. La condición de una palabra con más de un significado se llama polisemia o, más comúnmente ambigüedad. “Vela”, por ejemplo, puede designar un cilindro de cera con un pabilo en su interior que sirve para iluminar, un lienzo que se ata al mástil de una nave para aprovechar la fuerza del viento, o bien la actitud de alguien que cuida a una persona o cosa durante la noche.

Desde luego, la ambigüedad de una palabra no constituye una vacuna contra la vaguedad, sino que tiende a multiplicarla. Una palabra ambigua puede ser vaga (y generalmente lo es) en cada una de sus distintas acepciones. En el ejemplo ya apuntado, podríamos dudar sobre si una camisa, amarrada por un náufrago al mástil de su improvisada balsa, es una vela; o si un cirio, habida cuenta de su gran tamaño, puede ser llamado vela; o si corresponde decir que pasó la noche en vela un juerguista que llega a su casa a las nueve de la mañana, borracho y con una media de mujer colgando de un bolsillo.

La ambigüedad proviene muchas veces de la extensión de un nombre a diversos aspectos o elementos de una misma situación. Así, por ejemplo, llamamos corte al acto de cortar e incluso al filo de la herramienta con la que cortamos. O tras veces la polisemia es un accidente en la evolución de las palabras a partir de distintas etimologías: las acepciones de “corte” que acabamos de señalar provienen del verbo latino curtare; pero el significado de “corte” como séquito del rey, o como tribunal de justicia, proviene del latín cors, cortis, o cohors, cohortis. Cada uno de estos vocablos evolucionó a su modo en el idioma castellano y ambos coincidieron finalmente en la forma corte.

Pero la voluntad del hombre colabora también en la producción de ambigüedades a través del lenguaje figurado. Así podemos dar a alguien una mano sin necesidad de extender la diestra, correr un riesgo sin pretender alcanzarlo y aclarar algún punto oscuro sin gastaren electricidad. El colmo del lenguaje figurado es la metáfora, figura que parece decir una cosa para que se entienda otra, creando entre ambas un sutil y acaso fugaz vínculo de significado a la vez que sugiere vagas semejanzas.

La poesía está repleta de ejemplos de esta técnica lingüística de la ambigüedad deliberada:
Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.
Cobre amarillo su carne,
Huele a caballo y a sombra.
Yunques ahumados sus pechos,
gimen canciones redondas.

Podríamos traducir los dos primeros versos como “los gallos cantan al alba”; pero, si lo hiciéramos, el fantasma de Federico no nos daría tregua. No porque tal traducción fuese incorrecta, sino porque la gracia del lenguaje poético reside aquí en la metáfora, que, a la vez que implica que los gallos cantan al alba, nos permite comparar su canto con el golpe de una piqueta sobre la tierra y sugerir que el gallo busca deliberadamente el día mediante el canto como quien cava en busca de un tesoro escondido. Un análisis semejante de los demás versos puede quedar librado a la discreción del lector.

Planes y Programas

5 comentarios:

  1. Buen aporte a la confusión. Gracias.

    ResponderEliminar
  2. esta muy bien el trabajo felicidades, solo lo que le adjuntaría es una conclusión y el trabajo quedaría perfecto, pero estuvo muy bien aportad me sirvió de mucha ayuda.

    ResponderEliminar
  3. Puede haber vaguedad y ambigüedad en una misma frase?

    ResponderEliminar