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miércoles, 27 de febrero de 2013
INTERPRETACIÓN Y CONCIENCIA HISTÓRICA
Interpretación y conciencia histórica
Entendemos por conciencia histórica el privilegio del
hombre moderno de tener plenamente conciencia de la historicidad de todo
presente y de la relatividad de todas las opiniones… De ahora en adelante sería
absurdo recluirse en la ingenuidad y los límites tranquilizadores de una
tradición exclusiva, mientras que la conciencia moderna está llamada a comprender
las posibilidades de una multiplicidad de puntos de vista relativos. También
estamos habituados a responder a los argumentos que se nos oponen por una
reflexión que se coloca deliberadamente en la perspectiva del otro.
Las ciencias históricas modernas, o ciencias del espíritu
–traducimos el término por “ciencias humanas”, aunque para nosotros esta traducción
expresa sobre todo una convención, se caracteriza por este modelo de reflexión
del que os acabo de hablar, y del que hacen un uso metódico. ¿Qué es sino
aquello que comúnmente se entiende por “tener un sentido histórico”? Podemos
definir el “sentido histórico” por la disponibilidad y el talento del
historiador para comprender el pasado, quizá incluso exótico, a partir del contexto
propio desde donde él se encuentra. Tener un sentido histórico es vencer de una
manera consecuente esta ingenuidad natural que nos haría juzgar el pasado según
los parámetros considerados evidentes en nuestra vida cotidiana, en la perspectiva
de nuestras instituciones, de nuestros valores y de nuestras verdades
adquiridas. Tener un sentido histórico significa esto: pensar expresamente en
el horizonte histórico que es coextensivo con la vida que vivimos y que hemos vivido…
La conciencia moderna toma –justamente como “conciencia histórica”–
una posición reflexiva en la consideración de todo aquello que es entregado por
la tradición. La conciencia histórica no oye más bellamente la voz que le viene
del pasado, sino que, reflexionando sobre ella, la reemplaza en el contexto donde
ha enraizado, para ver en ella el significado y el valor relativo que le conviene.
Este comportamiento reflexivo cara a cara de la
tradición se llama interpretación. Y si algo puede caracterizar la dimensión
verdaderamente universal de este acontecimiento es sobre todo el papel que el
término “interpretación” ha comenzado a desempeñar en las modernas ciencias humanas.
Esta palabra ha tenido, como pocas, la fortuna de expresar
de forma simbólica la actitud de toda nuestra época…
La interpretación, tal y como nosotros la entendemos hoy,
se aplica no sólo a los textos y a la tradición verbal, sino a todo aquello que
nos ha sido entregado por la historia; así hablaremos, por ejemplo, de la interpretación
de un acontecimiento histórico, o de la interpretación de expresiones espirituales,
mímicas, de la interpretación de un comportamiento, etc. Lo que siempre queremos
decir con ello es que el sentido de lo dado que se ofrece a nuestra
interpretación no se despliega sin mediación y que es necesario mirar más allá del
sentido inmediato para poder descubrir el “verdadero” significado oculto.
Hans-G eorge
Gadamer, El problema de la conciencia histórica, Tecnos, M
adrid,1993,págs.41-44.
EXPLICACIÓN, COMPRENSIÓN, INTERPRETACIÓN
Explicación, comprensión, interpretación
Explicación:
Modo de dar razón de los fenómenos naturales por medio de leyes que establecen
conexiones constantes entre estos.
Comprensión:
Modo de dar razón de las acciones, instituciones y obras humanas a partir de las
creencias e intenciones que les confieren sentido.
Las leyes científicas establecen relaciones constantes
entre fenómenos observables: siempre que ocurre “x”, ocurre “y”. Estas relaciones
son a menudo de tipo causal: el fenómeno “x” causa o produce el fenómeno “y”. Este
modo de explicación es característico de las ciencias naturales, y, como veremos
inmediatamente, hay razones para pensar que es insuficiente en el ámbito de las
ciencias humanas.
Entre muchos filósofos y teóricos de la ciencia, existe
la tendencia a aplicar en las ciencias
Humanas
el modelo explicativo propio de las ciencias naturales. Esta tendencia se observa
con claridad en ciencias como la economía, la sociología e incluso la psicología.
El deseo de aplicar a las ciencias humanas el tipo de
explicación propio de las ciencias naturales es comprensible: después de todo, las
ciencias naturales han logrado un grado de exactitud y de desarrollo
extraordinarios; de ahí que se piense a menudo que las ciencias humanas alcanzarán
el mismo tipo de desarrollo si se aplica en ellas el modelo explicativo de las ciencias
naturales. Sin embargo, entre el objeto de las ciencias naturales y el objeto de
las ciencias humanas existe una diferencia fundamental. Cuando explicamos mediante
leyes la caída de una piedra o la relación entre la presión y el volumen de un
gas (ideal) a temperatura constante, no nos preguntamos para qué actúan de ese
modo las piedras o las partículas de los gases, qué sentido tiene su comportamiento.
Por el contrario, cuando estudiamos las acciones, las instituciones y las producciones
de los seres humanos, nos parece necesario comprender su sentido.
Ya en el siglo pasado, Dilthey decía: “Explicamos la naturaleza,
comprendemos el espíritu”. (Las ciencias humanas solían denominarse por entonces
“ciencias del espíritu”). La diferencia consiste, en último término, en que, para
comprender las acciones humanas, así como las instituciones y las producciones culturales
(obras de arte, etc.), es necesario tener en cuenta las intenciones y las creencias
en que se basan. La acción humana y los productos culturales son intencionales,
tienen sentido.
Esta distinción entre “explicar” y “comprender” continúa
siendo objeto de debate en la actualidad. Respecto de este tema conviene tener en
cuenta las siguientes consideraciones:
1.
Hay autores que consideran que en las ciencias humanas hay que aplicar el
modelo de explicación propio de las ciencias naturales. Estos autores,
evidentemente, sostienen que la distinción entre “explicar” y “comprender” no
es suficiente para reclamar un método de explicación propio y distinto para las
ciencias humanas. No existe, a su juicio, más que un método científico y una
forma de explicación: establecer leyes generales que conecten entre sí fenómenos
observables (leyes que, a su vez, se integrarán en amplias teorías).
2.
Por el contrario, hay otros autores que exigen métodos distintos para cada uno
de estos tipos de ciencias. La comprensión exige procedimientos ajenos al método
de las ciencias naturales. El método propio de la comprensión se denomina
hermenéutica o método hermenéutico. Los autores de orientación hermenéutica han
subrayado que la comprensión se lleva a cabo siempre desde un determinado horizonte,
el horizonte en el cual se halla situado el que quiere comprender: así, hemos de
comprender otras culturas desde el horizonte de nuestra propia cultura; hemos de
comprender acciones, instituciones, obras (arte, textos literarios, etc.) del pasado
desde nuestro presente. Esta situación se denomina círculo hermenéutico: la comprensión
(plena) se lleva a cabo desde una cierta comprensión previa (pre-com prensión)
inicial que nos viene dada por nuestra propia situación cultural. Por ello, la
comprensión se basa siempre en la interpretación.
T. Calvo Martínez
y J.M .Navarro (eds.), Filosofía, Anaya, M adrid,2002,Págs.36-37.
AMBIGÜEDAD Y VAGUEDAD COMO CARACTERÍSTICAS DEL LENGUAJE
Ambigüedad y vaguedad como características del lenguaje
A.
AMBIGÜEDAD Y VAGUEDAD
La ambigüedad y la vaguedad se parecen en que ambas son
muestras de lenguaje impreciso. Sin embargo, hay una diferencia entre ellas.
Palabra o expresión ambigua es la que tiene más de un significado. Palabra o
expresión vaga es aquella cuyo significado no es claro. El lenguaje ambiguo nos
enfrenta a varios significados, entre los que no es fácil determinar el correcto.
La vaguedad nos enfrenta con la tarea de ir en búsqueda del significado. La
frase “¡Ese libro es tremendo!”, sería ambigua. “¡Qué libro!… ”, sería vaga.
La ambigüedad se debe a veces a la falta de un contexto
conocido. Pero una vez establecido éste, el significado se hace claro (“Le entregó
la carta” es una expresión ambigua hasta que sabemos que es el cartero el que
realiza la acción y no el mozo del restaurant). Distinto es el caso de las palabras
vagas, algunas de las cuales son siempre vagas, independientemente del contexto
en el cual se encuentran, porque su significado no es solamente indeterminado (la
definición de la palabra “rico”, por ejemplo, no establece cuánto dinero o bienes
debe tener una persona para ser calificada correctamente como una persona rica)
sino indefinidos.
En muchos casos la vaguedad no se debe a la falta de claridad
de la palabra o expresión, sino al uso que ha tenido en diferentes épocas (“fino”,
“elegante”, “grande”). Otras palabras son vagas porque han ido adquiriendo muchos
significados, por lo que han perdido la precisión que una vez tuvieron (“arte”,
“democracia”, “progreso”, “cultura”). Finalmente existen algunas palabras que son
a la vez ambiguas y vagas, como por ejemplo “artista”.
B.
VAGUEDAD
(La) falta de precisión en el significado (designación) de
una palabra se llama vaguedad: una palabra es vaga en la medida en que hay
casos (reales o imaginarios, poco importa) en los que su aplicabilidad es
dudosa; o, por decirlo en términos lógico-matemáticos, no es decidible sobre la
base de los datos preexistentes, y sólo puede resolverse a partir de una decisión
lingüística adicional. Si nos proponemos hacer una lista de palabras vagas,
probablemente tardaremos mucho: como la piedra de toque de la vaguedad consiste
en imaginar algún caso dudoso y la imaginación es inagotable, veremos que
prácticamente todas las palabras son vagas en alguna medida. Tomemos como ejemplo
una palabra bien conocida, como “libro”, que se refiere (más o menos, y aquí está
la dificultad) a un conjunto de muchas hojas impresas, encuadernadas juntas y
con cubierta. Y empecemos a imaginar problemas:
a)
¿Muchas hojas? ¿Cuántas? Un conjunto de dos hojas no sería llamado libro, pero,
claro está, dos hojas no son muchas. ¿Cinco hojas, entonces? ¿Diez? Doscientas hojas
pueden hacer un libro. ¿Y ciento cincuenta, ochenta, sesenta? Un conjunto de cincuenta
hojas ¿es un libro o un folleto? Si es un folleto, ¿qué tal si suponemos
cincuenta y cinco? Aquí llegaremos inexorablemente a algún número que nos parezca
dudoso.
b)
¿Impresas? En la Edad Media había libros escritos a mano. Claro que ésta también
es una forma de imprimir, en sentido amplio. ¿Y si es perforado en sistema Braille
para ciegos? ¿O sino todas las hojas están escritas, sino sólo la mitad? Además,
¿no existen también libros en blanco, donde las hojas están dispuestas para ser
llenadas por su dueño con un diario personal, por ejemplo?
c)
¿Encuadernadas? Esto no quiere decir necesariamente cosidas: hay libros en los que
las hojas van unidas con ganchos. Un conjunto de trescientas hojas con una
perforación en la esquina y unidas por un simple alambre ¿sería un libro? ¿Y si
las hojas estuviesen sueltas, pero debidamente numeradas y contenidas en un
estuche de cuero con el nombre de la obra en la cubierta?
d)
El requisito de llevar cubierta da lugar para reflexiones semejantes, que
dejaremos al lector imaginar por su cuenta.
El significado de las palabras, pues, suele presentarse –según
una clásica comparación– con una luz proyectada sobre una superficie. Habrá una
parte claramente iluminada en el centro, y en torno seguirá reinando la oscuridad.
Pero entre claridad y oscuridad habrá un cono de penumbra, en cuyo ámbito el objeto
iluminado será visible, aunque no con la misma facilidad. Del mismo modo, y
para cada palabra, existe un conjunto central de casos en los que el nombre resulta
aplicable: encajan sin dificultad en los criterios usuales, y estamos
habituados a aplicar el vocablo a tales situaciones.
Habrá un número infinito de casos (el entorno) a los que
no aplicaríamos la palabra en modo alguno. Pero existe también un cono de
vaguedad, donde nuestros criterios resultan insuficientes y los casos no pueden
resolverse sin criterios adicionales más precisos.
C. AMBIGÜEDAD
Si la designación de las palabras suele resultar insuficiente
en gran número de casos, la situación se complica cuando una palabra tiene dos
o más designaciones. La condición de una palabra con más de un significado se
llama polisemia o, más comúnmente ambigüedad. “Vela”, por ejemplo, puede
designar un cilindro de cera con un pabilo en su interior que sirve para iluminar,
un lienzo que se ata al mástil de una nave para aprovechar la fuerza del viento,
o bien la actitud de alguien que cuida a una persona o cosa durante la noche.
Desde luego, la ambigüedad de una palabra no constituye
una vacuna contra la vaguedad, sino que tiende a multiplicarla. Una palabra ambigua
puede ser vaga (y generalmente lo es) en cada una de sus distintas acepciones. En
el ejemplo ya apuntado, podríamos dudar sobre si una camisa, amarrada por un
náufrago al mástil de su improvisada balsa, es una vela; o si un cirio, habida cuenta
de su gran tamaño, puede ser llamado vela; o si corresponde decir que pasó la noche
en vela un juerguista que llega a su casa a las nueve de la mañana, borracho y
con una media de mujer colgando de un bolsillo.
La ambigüedad proviene muchas veces de la extensión de
un nombre a diversos aspectos o elementos de una misma situación. Así, por ejemplo,
llamamos corte al acto de cortar e incluso al filo de la herramienta con la que
cortamos. O tras veces la polisemia es un accidente en la evolución de las palabras
a partir de distintas etimologías: las acepciones de “corte” que acabamos de señalar
provienen del verbo latino curtare; pero el significado de “corte” como séquito
del rey, o como tribunal de justicia, proviene del latín cors, cortis, o
cohors, cohortis. Cada uno de estos vocablos evolucionó a su modo en el idioma
castellano y ambos coincidieron finalmente en la forma corte.
Pero la voluntad del hombre colabora también en la
producción de ambigüedades a través del lenguaje figurado. Así podemos dar a
alguien una mano sin necesidad de extender la diestra, correr un riesgo sin
pretender alcanzarlo y aclarar algún punto oscuro sin gastaren electricidad. El
colmo del lenguaje figurado es la metáfora, figura que parece decir una cosa para
que se entienda otra, creando entre ambas un sutil y acaso fugaz vínculo de
significado a la vez que sugiere vagas semejanzas.
La poesía está repleta de ejemplos de esta técnica lingüística
de la ambigüedad deliberada:
Las
piquetas de los gallos
cavan
buscando la aurora,
cuando
por el monte oscuro
baja
Soledad Montoya.
Cobre
amarillo su carne,
Huele
a caballo y a sombra.
Yunques
ahumados sus pechos,
gimen
canciones redondas.
Podríamos traducir los dos primeros versos como “los gallos
cantan al alba”; pero, si lo hiciéramos, el fantasma de Federico no nos daría tregua.
No porque tal traducción fuese incorrecta, sino porque la gracia del lenguaje poético
reside aquí en la metáfora, que, a la vez que implica que los gallos cantan al alba,
nos permite comparar su canto con el golpe de una piqueta sobre la tierra y
sugerir que el gallo busca deliberadamente el día mediante el canto como quien
cava en busca de un tesoro escondido. Un análisis semejante de los demás versos
puede quedar librado a la discreción del lector.
Planes y
Programas
GUÍA PRIMERA UNIDAD
DESCRIPCIÓN,
DEFINICIÓN Y EXPLICACIÓN
Descripción
La
Descripción consiste en especificar las características de las cosas y con ello
poder diferenciarlas. Mientras más características llegamos a conocer de una
cosa, más determinado y preciso puede llegar a ser nuestro conocimiento del
objeto en cuestión.
La
descripción científica posee una finalidad práctica: explicar o informar
sobre algo que es o ha sido. La atención y el interés del autor se centran,
sobre todo, en la realidad, en el objeto que se describe. La descripción
científica se caracteriza por la objetividad, la precisión, el carácter
exhaustivo de los datos y la claridad con la que se expresa.
La
descripción poética emplea
conceptos, palabras o metáforas, que invitan a la imaginación y resaltan
ciertas características de lo descrito. Es una descripción subjetiva.
La
descripción fenomenológica busca ser una descripción directa de nuestra
realidad, tal como se nos presenta a los ojos, parte desde la propia
experiencia de quien describe y trata de indagar en la esencia de las cosas, es
decir, lo que está más allá de lo aparente.
Descripción
científica:
Los
monos del Nuevo Mundo son arborícolas y poseen miembros largos y esbeltos que
les facilitan el desplazamiento en los árboles. Muchos tienen cola prensil
capaz de asirse a las ramas. Algunos monos del Nuevo Mundo tienen el pulgar más
pequeño, y en algunos casos está del todo ausente. Su anatomía facial es
distinta de la propia de los monos del Viejo Mundo, porque su nariz es aplanada
y las narinas se abren en forma lateral, es decir, los orificios nasales están
muy separados (por esta característica se les denomina platirrinos: de nariz
aplanada). Viven en grupos y presentan conducta social. Entre los platirrinos,
restringidos a América Central y del Sur, se incluyen monos aulladores, monos
ardillas y monos arañas.
Villée,
Biología, “Evolución de los primates”
Descripción poética:
La
casa de Diego Laínez, una inmensa casona de piedra en el pueblo de vivar, medio
fortaleza, medio casa de campo, tratando de mantenerse fría a fuerza de piedra,
levanta sus líneas duras y precisas, su adusta majestad en medio de un sueño de
piedra. Piedra. Piedra. Piedra. He aquí la casa de Diego Laínez. Casa de
silencios de piedra, de sueños de piedra, de palabras de piedra, de honradez de
piedra, de sentimientos de piedra (¿quién ha dicho que las piedras no tienen
sentimientos?; ¡oh, error!), de energías de piedra, de hombres de piedra. ¡Casa
señalada por el dedo de piedra del Destino!
Vicente
Huidobro, Mío Cid Campeador
Descripción fenomenológica:
Concentremos
la atención en esta mesa. Para la vista es ovalada, oscura, brillante: para el
tacto, pulimentada, fría y dura; si la golpeo, produce un sonido de madera.
Cualquiera que vea, toque la mesa y oiga dicho sonido, convendrá en esta
descripción; pero desde el momento en que intentamos ser más precisos
empieza la confusión. Aunque yo creo que la mesa es “realmente” del mismo color
en toda su extensión, las partes que reflejan la luz parecen mucho más
brillantes que las demás, ya algunas parecen blancas a causa de la luz refleja.
Sé que si me muevo, serán otras las partes que reflejarán la luz, de modo que
cambiará la distribución aparente de los colores en superficie.
Bertrand
Russell, Los problemas de la Filosofía
Definición
La
definición consiste en estipular a través de una palabra o frase, lo que las
cosas son, es decir, responde a la pregunta por el “ser”, por ejemplo, ¿Qué es
el ser humano? ¿Qué es un lápiz?, etc. En este sentido la definición está
íntimamente vinculada con la filosofía, ya que ésta tiene como una de sus
preguntas fundamentales, la pregunta por el ser, que no es más o menos que la
esencia de algo, que hace que el hombre sea hombre y no otra cosa, qué hace que
Mónica sea Mónica, o que un lápiz sea un lápiz.
Reglas
de la definición:
1. Ser
más clara que lo definido.
2.
No debe ser circular: la palabra definida no
debe estar en la definición.
3.
No debe ser demasiado amplia ni demasiado
estrecha.
4.
No debe ser negativa.
5. Debe
indicar los atributos esenciales: género próximo y diferencia específica.
Tipos de definición:
1.
Definiciones estipulativas:
Podemos definir una palabra completamente nueva, inventada
con fines teóricos o prácticos, la que hasta el momento de introducirla en una
conversación, ensayo, tratado científico u otro contexto no tenía ningún
significado específico y por lo tanto se le puede dar el significado que se
desee. Así, podemos estipular arbitrariamente cualquier significado para dicha
palabra.
2. Definiciones descriptivas:
Hay ocasiones en que conocemos el significado de una palabra
pero desconocemos los límites de su aplicación y por esta razón la definimos describiendo,
con cierta originalidad, su significado ya aceptado o su uso ya establecido. Dichas
definiciones se utilizan con el objeto de aclarar de mejor modo la palabra que se
desea definir para lograr eliminar la vaguedad de la misma.
3.
Definiciones ostensivas:
Son procesos mediante los cuales se enseña a una persona
a comprender una palabra utilizando medios diferentes, como gestos o indicaciones,
que no requieren del uso de palabras.
4.
Definiciones por sinonimia:
El método más directo y más frecuente para definir una palabra
es aquel en que se define una palabra en términos de otra que tiene el mismo significado
que la que se desea definir, es decir, se
define una palabra desconocida en términos de una que es conocida. Esto se conoce
con el nombre de definición por sinonimia.
5.
Definiciones por género próximo y diferencia específica:
En ellas se destaca la esencia de lo que se intenta definir.
Se comienza por indicar el género o la clase de cosas a que pertenece lo que se
quiere definir, estableciendo a continuación en qué sentido lo que se intenta definir
es diferente de los otros componentes del género. La clásica definición “el hombre
es un animal racional” corresponde a una de este tipo.
Ambigüedad
y vaguedad:
Son muestras de lenguaje
impreciso. La primera se relaciona con las palabras o expresiones que tienen
más de un significado, mientras que la segunda se relaciona con las palabras o
expresiones cuyo significado no es claro.
Expresión
ambigua: “le entregó la carta”.
Expresión
vaga: “libro”.
Explicación e interpretación
Explicación:
“En un sentido general, y ateniéndose a su etimología, el
término “explicación” designa el proceso mediante el cual se des-envuelve lo que
estaba envuelto, se hace presente lo que estaba latente. Al explicar algo lo
desplegamos ante la visión intelectual, con lo cual lo que aparecía oscuro y confuso
aparece claro y detallado”
(J. Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía)
¿Para
qué explicamos? Para comprender, que en términos generales en encontrar que
algo tiene sentido.
Ejemplo:
Un alumno estudió mucho para una prueba y, sin embargo, obtuvo una excelente calificación.
¿Cómo podría explicarse?
Tipos
de explicación:
1. Explicación causal o
deductiva:
Esta quiere decir que un
fenómeno que requiere ser explicado es subsumido, es decir, “introducido bajo”
y “derivado de” una ley general.
2. Explicación probabilística:
Tiene la misma estructura que la anterior, pero con una
salvedad importante: las leyes que se utilizan para la explicación son leyes no
universales, sino únicamente probabilísticas).Se la llama también, a veces, explicación
“estadística”.
3. Explicación funcional:
La explicación funcional en lugar de responder a la pregunta
“porqué” (que interroga por la causa) responde a la pregunta “para qué” (que interroga
por el fin o finalidad. Telos en griego). Se explica así, por ejemplo, la emigración
de las aves en invierno hacia países más cálidos.
4. Explicación genética:
Consiste en
explicar un fenómeno o acontecimiento a partir de la serie de hechos de que deriva,
es decir, mostrando su “génesis”. Este tipo de explicación es muy corriente en
las ciencias históricas. Se explica así, por ejemplo, la situación histórica de
una lengua a partir de las vicisitudes porque ha ido pasando.
Interpretación:
Forma de comprender el mundo que puede variar de persona
a persona. Incluso puede ser considerado razonable que haya interpretaciones
contradictorias, debido a diferentes “lecturas” que hacen personas de puntos de
vista diferentes sobre un mismo fenómeno.
Ver todos los materiales trabajados en clases, además de
material complementario de apoyo en blogconfederacion.blogspot.com
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