miércoles, 27 de febrero de 2013

CATEGORÍAS, ARISTÓTELES

http://new.pensamientopenal.com.ar/01032010/filosofia03.pdf

PROTÁGORAS, PLATÓN

http://www.educ.fc.ul.pt/docentes/opombo/hfe/protagoras2/prot_f_e_i/protagoras_espanhol.pdf

INTERPRETACIÓN Y CONCIENCIA HISTÓRICA


Interpretación y conciencia histórica

Entendemos por conciencia histórica el privilegio del hombre moderno de tener plenamente conciencia de la historicidad de todo presente y de la relatividad de todas las opiniones… De ahora en adelante sería absurdo recluirse en la ingenuidad y los límites tranquilizadores de una tradición exclusiva, mientras que la conciencia moderna está llamada a comprender las posibilidades de una multiplicidad de puntos de vista relativos. También estamos habituados a responder a los argumentos que se nos oponen por una reflexión que se coloca deliberadamente en la perspectiva del otro.

Las ciencias históricas modernas, o ciencias del espíritu –traducimos el término por “ciencias humanas”, aunque para nosotros esta traducción expresa sobre todo una convención, se caracteriza por este modelo de reflexión del que os acabo de hablar, y del que hacen un uso metódico. ¿Qué es sino aquello que comúnmente se entiende por “tener un sentido histórico”? Podemos definir el “sentido histórico” por la disponibilidad y el talento del historiador para comprender el pasado, quizá incluso exótico, a partir del contexto propio desde donde él se encuentra. Tener un sentido histórico es vencer de una manera consecuente esta ingenuidad natural que nos haría juzgar el pasado según los parámetros considerados evidentes en nuestra vida cotidiana, en la perspectiva de nuestras instituciones, de nuestros valores y de nuestras verdades adquiridas. Tener un sentido histórico significa esto: pensar expresamente en el horizonte histórico que es coextensivo con la vida que vivimos y que hemos vivido…

La conciencia moderna toma –justamente como “conciencia histórica”– una posición reflexiva en la consideración de todo aquello que es entregado por la tradición. La conciencia histórica no oye más bellamente la voz que le viene del pasado, sino que, reflexionando sobre ella, la reemplaza en el contexto donde ha enraizado, para ver en ella el significado y el valor relativo que le conviene.

Este comportamiento reflexivo cara a cara de la tradición se llama interpretación. Y si algo puede caracterizar la dimensión verdaderamente universal de este acontecimiento es sobre todo el papel que el término “interpretación” ha comenzado a desempeñar en las modernas ciencias humanas.

Esta palabra ha tenido, como pocas, la fortuna de expresar de forma simbólica la actitud de toda nuestra época…

La interpretación, tal y como nosotros la entendemos hoy, se aplica no sólo a los textos y a la tradición verbal, sino a todo aquello que nos ha sido entregado por la historia; así hablaremos, por ejemplo, de la interpretación de un acontecimiento histórico, o de la interpretación de expresiones espirituales, mímicas, de la interpretación de un comportamiento, etc. Lo que siempre queremos decir con ello es que el sentido de lo dado que se ofrece a nuestra interpretación no se despliega sin mediación y que es necesario mirar más allá del sentido inmediato para poder descubrir el “verdadero” significado oculto.

Hans-G eorge Gadamer, El problema de la conciencia histórica, Tecnos, M adrid,1993,págs.41-44.

EXPLICACIÓN, COMPRENSIÓN, INTERPRETACIÓN


Explicación, comprensión, interpretación

Explicación: Modo de dar razón de los fenómenos naturales por medio de leyes que establecen conexiones constantes entre estos.
Comprensión: Modo de dar razón de las acciones, instituciones y obras humanas a partir de las creencias e intenciones que les confieren sentido.

Las leyes científicas establecen relaciones constantes entre fenómenos observables: siempre que ocurre “x”, ocurre “y”. Estas relaciones son a menudo de tipo causal: el fenómeno “x” causa o produce el fenómeno “y”. Este modo de explicación es característico de las ciencias naturales, y, como veremos inmediatamente, hay razones para pensar que es insuficiente en el ámbito de las ciencias humanas.

Entre muchos filósofos y teóricos de la ciencia, existe la tendencia a aplicar en las ciencias
Humanas el modelo explicativo propio de las ciencias naturales. Esta tendencia se observa con claridad en ciencias como la economía, la sociología e incluso la psicología.

El deseo de aplicar a las ciencias humanas el tipo de explicación propio de las ciencias naturales es comprensible: después de todo, las ciencias naturales han logrado un grado de exactitud y de desarrollo extraordinarios; de ahí que se piense a menudo que las ciencias humanas alcanzarán el mismo tipo de desarrollo si se aplica en ellas el modelo explicativo de las ciencias naturales. Sin embargo, entre el objeto de las ciencias naturales y el objeto de las ciencias humanas existe una diferencia fundamental. Cuando explicamos mediante leyes la caída de una piedra o la relación entre la presión y el volumen de un gas (ideal) a temperatura constante, no nos preguntamos para qué actúan de ese modo las piedras o las partículas de los gases, qué sentido tiene su comportamiento. Por el contrario, cuando estudiamos las acciones, las instituciones y las producciones de los seres humanos, nos parece necesario comprender su sentido.

Ya en el siglo pasado, Dilthey decía: “Explicamos la naturaleza, comprendemos el espíritu”. (Las ciencias humanas solían denominarse por entonces “ciencias del espíritu”). La diferencia consiste, en último término, en que, para comprender las acciones humanas, así como las instituciones y las producciones culturales (obras de arte, etc.), es necesario tener en cuenta las intenciones y las creencias en que se basan. La acción humana y los productos culturales son intencionales, tienen sentido.

Esta distinción entre “explicar” y “comprender” continúa siendo objeto de debate en la actualidad. Respecto de este tema conviene tener en cuenta las siguientes consideraciones:

1. Hay autores que consideran que en las ciencias humanas hay que aplicar el modelo de explicación propio de las ciencias naturales. Estos autores, evidentemente, sostienen que la distinción entre “explicar” y “comprender” no es suficiente para reclamar un método de explicación propio y distinto para las ciencias humanas. No existe, a su juicio, más que un método científico y una forma de explicación: establecer leyes generales que conecten entre sí fenómenos observables (leyes que, a su vez, se integrarán en amplias teorías).

2. Por el contrario, hay otros autores que exigen métodos distintos para cada uno de estos tipos de ciencias. La comprensión exige procedimientos ajenos al método de las ciencias naturales. El método propio de la comprensión se denomina hermenéutica o método hermenéutico. Los autores de orientación hermenéutica han subrayado que la comprensión se lleva a cabo siempre desde un determinado horizonte, el horizonte en el cual se halla situado el que quiere comprender: así, hemos de comprender otras culturas desde el horizonte de nuestra propia cultura; hemos de comprender acciones, instituciones, obras (arte, textos literarios, etc.) del pasado desde nuestro presente. Esta situación se denomina círculo hermenéutico: la comprensión (plena) se lleva a cabo desde una cierta comprensión previa (pre-com prensión) inicial que nos viene dada por nuestra propia situación cultural. Por ello, la comprensión se basa siempre en la interpretación.

T. Calvo Martínez y J.M .Navarro (eds.), Filosofía, Anaya, M adrid,2002,Págs.36-37.

AMBIGÜEDAD Y VAGUEDAD COMO CARACTERÍSTICAS DEL LENGUAJE


Ambigüedad y vaguedad como características del lenguaje

A. AMBIGÜEDAD Y VAGUEDAD

La ambigüedad y la vaguedad se parecen en que ambas son muestras de lenguaje impreciso. Sin embargo, hay una diferencia entre ellas. Palabra o expresión ambigua es la que tiene más de un significado. Palabra o expresión vaga es aquella cuyo significado no es claro. El lenguaje ambiguo nos enfrenta a varios significados, entre los que no es fácil determinar el correcto. La vaguedad nos enfrenta con la tarea de ir en búsqueda del significado. La frase “¡Ese libro es tremendo!”, sería ambigua. “¡Qué libro!… ”, sería vaga.

La ambigüedad se debe a veces a la falta de un contexto conocido. Pero una vez establecido éste, el significado se hace claro (“Le entregó la carta” es una expresión ambigua hasta que sabemos que es el cartero el que realiza la acción y no el mozo del restaurant). Distinto es el caso de las palabras vagas, algunas de las cuales son siempre vagas, independientemente del contexto en el cual se encuentran, porque su significado no es solamente indeterminado (la definición de la palabra “rico”, por ejemplo, no establece cuánto dinero o bienes debe tener una persona para ser calificada correctamente como una persona rica) sino indefinidos.

En muchos casos la vaguedad no se debe a la falta de claridad de la palabra o expresión, sino al uso que ha tenido en diferentes épocas (“fino”, “elegante”, “grande”). Otras palabras son vagas porque han ido adquiriendo muchos significados, por lo que han perdido la precisión que una vez tuvieron (“arte”, “democracia”, “progreso”, “cultura”). Finalmente existen algunas palabras que son a la vez ambiguas y vagas, como por ejemplo “artista”.

B. VAGUEDAD

(La) falta de precisión en el significado (designación) de una palabra se llama vaguedad: una palabra es vaga en la medida en que hay casos (reales o imaginarios, poco importa) en los que su aplicabilidad es dudosa; o, por decirlo en términos lógico-matemáticos, no es decidible sobre la base de los datos preexistentes, y sólo puede resolverse a partir de una decisión lingüística adicional. Si nos proponemos hacer una lista de palabras vagas, probablemente tardaremos mucho: como la piedra de toque de la vaguedad consiste en imaginar algún caso dudoso y la imaginación es inagotable, veremos que prácticamente todas las palabras son vagas en alguna medida. Tomemos como ejemplo una palabra bien conocida, como “libro”, que se refiere (más o menos, y aquí está la dificultad) a un conjunto de muchas hojas impresas, encuadernadas juntas y con cubierta. Y empecemos a imaginar problemas:
a) ¿Muchas hojas? ¿Cuántas? Un conjunto de dos hojas no sería llamado libro, pero, claro está, dos hojas no son muchas. ¿Cinco hojas, entonces? ¿Diez? Doscientas hojas pueden hacer un libro. ¿Y ciento cincuenta, ochenta, sesenta? Un conjunto de cincuenta hojas ¿es un libro o un folleto? Si es un folleto, ¿qué tal si suponemos cincuenta y cinco? Aquí llegaremos inexorablemente a algún número que nos parezca dudoso.
b) ¿Impresas? En la Edad Media había libros escritos a mano. Claro que ésta también es una forma de imprimir, en sentido amplio. ¿Y si es perforado en sistema Braille para ciegos? ¿O sino todas las hojas están escritas, sino sólo la mitad? Además, ¿no existen también libros en blanco, donde las hojas están dispuestas para ser llenadas por su dueño con un diario personal, por ejemplo?
c) ¿Encuadernadas? Esto no quiere decir necesariamente cosidas: hay libros en los que las hojas van unidas con ganchos. Un conjunto de trescientas hojas con una perforación en la esquina y unidas por un simple alambre ¿sería un libro? ¿Y si las hojas estuviesen sueltas, pero debidamente numeradas y contenidas en un estuche de cuero con el nombre de la obra en la cubierta?
d) El requisito de llevar cubierta da lugar para reflexiones semejantes, que dejaremos al lector imaginar por su cuenta.

El significado de las palabras, pues, suele presentarse –según una clásica comparación– con una luz proyectada sobre una superficie. Habrá una parte claramente iluminada en el centro, y en torno seguirá reinando la oscuridad. Pero entre claridad y oscuridad habrá un cono de penumbra, en cuyo ámbito el objeto iluminado será visible, aunque no con la misma facilidad. Del mismo modo, y para cada palabra, existe un conjunto central de casos en los que el nombre resulta aplicable: encajan sin dificultad en los criterios usuales, y estamos habituados a aplicar el vocablo a tales situaciones.

Habrá un número infinito de casos (el entorno) a los que no aplicaríamos la palabra en modo alguno. Pero existe también un cono de vaguedad, donde nuestros criterios resultan insuficientes y los casos no pueden resolverse sin criterios adicionales más precisos.

C. AMBIGÜEDAD

Si la designación de las palabras suele resultar insuficiente en gran número de casos, la situación se complica cuando una palabra tiene dos o más designaciones. La condición de una palabra con más de un significado se llama polisemia o, más comúnmente ambigüedad. “Vela”, por ejemplo, puede designar un cilindro de cera con un pabilo en su interior que sirve para iluminar, un lienzo que se ata al mástil de una nave para aprovechar la fuerza del viento, o bien la actitud de alguien que cuida a una persona o cosa durante la noche.

Desde luego, la ambigüedad de una palabra no constituye una vacuna contra la vaguedad, sino que tiende a multiplicarla. Una palabra ambigua puede ser vaga (y generalmente lo es) en cada una de sus distintas acepciones. En el ejemplo ya apuntado, podríamos dudar sobre si una camisa, amarrada por un náufrago al mástil de su improvisada balsa, es una vela; o si un cirio, habida cuenta de su gran tamaño, puede ser llamado vela; o si corresponde decir que pasó la noche en vela un juerguista que llega a su casa a las nueve de la mañana, borracho y con una media de mujer colgando de un bolsillo.

La ambigüedad proviene muchas veces de la extensión de un nombre a diversos aspectos o elementos de una misma situación. Así, por ejemplo, llamamos corte al acto de cortar e incluso al filo de la herramienta con la que cortamos. O tras veces la polisemia es un accidente en la evolución de las palabras a partir de distintas etimologías: las acepciones de “corte” que acabamos de señalar provienen del verbo latino curtare; pero el significado de “corte” como séquito del rey, o como tribunal de justicia, proviene del latín cors, cortis, o cohors, cohortis. Cada uno de estos vocablos evolucionó a su modo en el idioma castellano y ambos coincidieron finalmente en la forma corte.

Pero la voluntad del hombre colabora también en la producción de ambigüedades a través del lenguaje figurado. Así podemos dar a alguien una mano sin necesidad de extender la diestra, correr un riesgo sin pretender alcanzarlo y aclarar algún punto oscuro sin gastaren electricidad. El colmo del lenguaje figurado es la metáfora, figura que parece decir una cosa para que se entienda otra, creando entre ambas un sutil y acaso fugaz vínculo de significado a la vez que sugiere vagas semejanzas.

La poesía está repleta de ejemplos de esta técnica lingüística de la ambigüedad deliberada:
Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.
Cobre amarillo su carne,
Huele a caballo y a sombra.
Yunques ahumados sus pechos,
gimen canciones redondas.

Podríamos traducir los dos primeros versos como “los gallos cantan al alba”; pero, si lo hiciéramos, el fantasma de Federico no nos daría tregua. No porque tal traducción fuese incorrecta, sino porque la gracia del lenguaje poético reside aquí en la metáfora, que, a la vez que implica que los gallos cantan al alba, nos permite comparar su canto con el golpe de una piqueta sobre la tierra y sugerir que el gallo busca deliberadamente el día mediante el canto como quien cava en busca de un tesoro escondido. Un análisis semejante de los demás versos puede quedar librado a la discreción del lector.

Planes y Programas

GUÍA PRIMERA UNIDAD


DESCRIPCIÓN, DEFINICIÓN Y EXPLICACIÓN

Descripción

La Descripción consiste en especificar las características de las cosas y con ello poder diferenciarlas. Mientras más características llegamos a conocer de una cosa, más determinado y preciso puede llegar a ser nuestro conocimiento del objeto en cuestión.

La descripción científica posee una finalidad práctica: explicar o informar sobre algo que es o ha sido. La atención y el interés del autor se centran, sobre todo, en la realidad, en el objeto que se describe. La descripción científica se caracteriza por la objetividad, la precisión, el carácter exhaustivo de los datos y la claridad con la que se expresa.
La descripción poética  emplea conceptos, palabras o metáforas, que invitan a la imaginación y resaltan ciertas características de lo descrito. Es una descripción subjetiva.
La descripción fenomenológica busca ser una descripción directa de nuestra realidad, tal como se nos presenta a los ojos, parte desde la propia experiencia de quien describe y trata de indagar en la esencia de las cosas, es decir, lo que está más allá de lo aparente.

Descripción científica:
                Los monos del Nuevo Mundo son arborícolas y poseen miembros largos y esbeltos que les facilitan el desplazamiento en los árboles. Muchos tienen cola prensil capaz de asirse a las ramas. Algunos monos del Nuevo Mundo tienen el pulgar más pequeño, y en algunos casos está del todo ausente. Su anatomía facial es distinta de la propia de los monos del Viejo Mundo, porque su nariz es aplanada y las narinas se abren en forma lateral, es decir, los orificios nasales están muy separados (por esta característica se les denomina platirrinos: de nariz aplanada). Viven en grupos y presentan conducta social. Entre los platirrinos, restringidos a América Central y del Sur, se incluyen monos aulladores, monos ardillas y monos arañas.
                                Villée, Biología, “Evolución de los primates”

Descripción poética:
                La casa de Diego Laínez, una inmensa casona de piedra en el pueblo de vivar, medio fortaleza, medio casa de campo, tratando de mantenerse fría a fuerza de piedra, levanta sus líneas duras y precisas, su adusta majestad en medio de un sueño de piedra. Piedra. Piedra. Piedra. He aquí la casa de Diego Laínez. Casa de silencios de piedra, de sueños de piedra, de palabras de piedra, de honradez de piedra, de sentimientos de piedra (¿quién ha dicho que las piedras no tienen sentimientos?; ¡oh, error!), de energías de piedra, de hombres de piedra. ¡Casa señalada por el dedo de piedra del Destino!
Vicente Huidobro, Mío Cid Campeador

Descripción fenomenológica:
                Concentremos la atención en esta mesa. Para la vista es ovalada, oscura, brillante: para el tacto, pulimentada, fría y dura; si la golpeo, produce un sonido de madera. Cualquiera que vea, toque la mesa y oiga dicho sonido, convendrá en esta descripción; pero desde el momento en que intentamos ser más precisos empieza la confusión. Aunque yo creo que la mesa es “realmente” del mismo color en toda su extensión, las partes que reflejan la luz parecen mucho más brillantes que las demás, ya algunas parecen blancas a causa de la luz refleja. Sé que si me muevo, serán otras las partes que reflejarán la luz, de modo que cambiará la distribución aparente de los colores en superficie.
Bertrand Russell, Los problemas de la Filosofía


Definición

                La definición consiste en estipular a través de una palabra o frase, lo que las cosas son, es decir, responde a la pregunta por el “ser”, por ejemplo, ¿Qué es el ser humano? ¿Qué es un lápiz?, etc. En este sentido la definición está íntimamente vinculada con la filosofía, ya que ésta tiene como una de sus preguntas fundamentales, la pregunta por el ser, que no es más o menos que la esencia de algo, que hace que el hombre sea hombre y no otra cosa, qué hace que Mónica sea Mónica, o que un lápiz sea un lápiz.

Reglas de la definición:
1.       Ser más clara que lo definido.
2.       No debe ser circular: la palabra definida no debe estar en la definición.
3.       No debe ser demasiado amplia ni demasiado estrecha.
4.       No debe ser negativa.
5.       Debe indicar los atributos esenciales: género próximo y diferencia específica.

Tipos de definición:
1.       Definiciones estipulativas:
Podemos definir una palabra completamente nueva, inventada con fines teóricos o prácticos, la que hasta el momento de introducirla en una conversación, ensayo, tratado científico u otro contexto no tenía ningún significado específico y por lo tanto se le puede dar el significado que se desee. Así, podemos estipular arbitrariamente cualquier significado para dicha palabra.
2.       Definiciones descriptivas:
Hay ocasiones en que conocemos el significado de una palabra pero desconocemos los límites de su aplicación y por esta razón la definimos describiendo, con cierta originalidad, su significado ya aceptado o su uso ya establecido. Dichas definiciones se utilizan con el objeto de aclarar de mejor modo la palabra que se desea definir para lograr eliminar la vaguedad de la misma.
3.       Definiciones ostensivas:
Son procesos mediante los cuales se enseña a una persona a comprender una palabra utilizando medios diferentes, como gestos o indicaciones, que no requieren del uso de palabras.
4.       Definiciones por sinonimia:
El método más directo y más frecuente para definir una palabra es aquel en que se define una palabra en términos de otra que tiene el mismo significado que la que se desea  definir, es decir, se define una palabra desconocida en términos de una que es conocida. Esto se conoce con el nombre de definición por sinonimia.
5.       Definiciones por género próximo y diferencia específica:
En ellas se destaca la esencia de lo que se intenta definir. Se comienza por indicar el género o la clase de cosas a que pertenece lo que se quiere definir, estableciendo a continuación en qué sentido lo que se intenta definir es diferente de los otros componentes del género. La clásica definición “el hombre es un animal racional” corresponde a una de este tipo.

Ambigüedad y vaguedad:
                Son muestras de lenguaje impreciso. La primera se relaciona con las palabras o expresiones que tienen más de un significado, mientras que la segunda se relaciona con las palabras o expresiones cuyo significado no es claro.
Expresión ambigua: “le entregó la carta”.
Expresión vaga: “libro”.

Explicación e interpretación

Explicación:

“En un sentido general, y ateniéndose a su etimología, el término “explicación” designa el proceso mediante el cual se des-envuelve lo que estaba envuelto, se hace presente lo que estaba latente. Al explicar algo lo desplegamos ante la visión intelectual, con lo cual lo que aparecía oscuro y confuso aparece claro y detallado”
 (J. Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía)

¿Para qué explicamos? Para comprender, que en términos generales en encontrar que algo tiene sentido.

Ejemplo: Un alumno estudió mucho para una prueba y, sin embargo, obtuvo una excelente calificación. ¿Cómo podría explicarse?

Tipos de explicación:

1.       Explicación causal o deductiva:
Esta quiere decir que un fenómeno que requiere ser explicado es subsumido, es decir, “introducido bajo” y “derivado de” una ley general.

2.       Explicación probabilística:
Tiene la misma estructura que la anterior, pero con una salvedad importante: las leyes que se utilizan para la explicación son leyes no universales, sino únicamente probabilísticas).Se la llama también, a veces, explicación “estadística”.

3.       Explicación funcional:
La explicación funcional en lugar de responder a la pregunta “porqué” (que interroga por la causa) responde a la pregunta “para qué” (que interroga por el fin o finalidad. Telos en griego). Se explica así, por ejemplo, la emigración de las aves en invierno hacia países más cálidos.

4.       Explicación genética:
Consiste en explicar un fenómeno o acontecimiento a partir de la serie de hechos de que deriva, es decir, mostrando su “génesis”. Este tipo de explicación es muy corriente en las ciencias históricas. Se explica así, por ejemplo, la situación histórica de una lengua a partir de las vicisitudes porque ha ido pasando.

Interpretación:

Forma de comprender el mundo que puede variar de persona a persona. Incluso puede ser considerado razonable que haya interpretaciones contradictorias, debido a diferentes “lecturas” que hacen personas de puntos de vista diferentes sobre un mismo fenómeno.


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